Las diferencias entre hombre y mujer vienen en función del cometido
físico que venimos a desempeñar en este mundo (la reproducción).
Nuestra alma, nuestro espíritu es lo que es, no es cuestión de género.
Como mujeres no necesitamos el reconocimiento de iglesia alguna, si no
el propio reconocimiento de nosotras mismas. Si no nos conocemos, si no
nos amamos ¿De qué sirve el reconocimiento ajeno? Sólo a través del
propio podemos crecer y ser.
Nuestro Señor recuerda a unos y otros nuestra igualdad, defiende la
reciprocidad entre hombres y mujeres y esto ha sido tergiversado por los
intereses patriarcales establecidos, sometiéndonos a ellos y
relegándonos a un plano claramente inferior.
¿Y qué? Sólo
nosotras podemos restituir a la Mujer, reconociéndonos como tales,
uniéndonos cuando sea necesario y siendo fuertes, conscientes de qué y
quién somos, repeticiones de Eva, pero no de la Eva pecadora, sino de
Eva complemento del hombre, de igual a igual, de su misma esencia, de la
misma naturaleza que el Padre.
Hasta que no lo asumamos,
defendamos y ocupemos nuestro lugar por nosotras mismas, no por que nos
restituya nadie, seguiremos navegando a la deriva entre los hombres.
Resulta increíble que seamos nosotras sus primeras educadoras.
Todos podemos ser testigos mudos o no de la vida, de la pasión y de la
resurrección, no sólo de Nuestro Señor, si no de los hijos de Dios, sus
hermanos, todos aquellos a quienes al hacérsele daño se lo hacen a él.
Ser voz o no es elección nuestra. Si decidimos serlo, seremos
testimonio del Alfa y la Omega, de la Palabra, de la Obra, de la
realidad de ser de todos y cada uno, desde Nuestro Señor Jesucristo,
Nuestra Sra. María Magdalena, de todas las inocentes víctimas de la
inconsciencia, de lo que no es, desde el principio hasta la actualidad,
restituyéndolos al hacerlo.
Dios está en todas partes, no es propiedad de una iglesia, credo,
comunidad, etc. en particular. El ser Templo suyo no depende de iglesia
alguna. Depende de nuestra voluntad de serlo y de Su aceptación. A Mª
Magdalena nadie le pudo quitar la realidad de ser quien era, su
amor a Nuestro Señor y su mensaje. Se habrá dañado su imagen, se habrá
ocultado o difuminado, pero no su existencia. ¿Imposible anularla? Por
algo será.
Importante es el aquí y el ahora y lo que hagamos en ellos.
Lo trascendental es, siendo hombre o mujer, ser Persona, ser Humano en plenitud. Seámoslo.
Llegado este punto agradecer a Sorortempli, por permitirnos a través de sus páginas, expresarnos, compartir, contrastar, comunicarnos..., y estrechar lazos como hermanos que somos, independientemente de nuestro 'género' hombre-mujer, unidos en el amor a Xps.