No se puede aceptar la visión dada por una mentalidad patriarcal con unos intereses partidistas que han relegado a la mujer a un segundo plano y a un sometimiento a la figura masculina. No se puede aceptar la interpretación incluso la falsificación que se ha hecho sobre la historia de Nuestra Sra. María Magdalena, la Apostol de los Apostoles, clasificándola de prostituta y pecadora. No se puede aceptar que no había discípulas entre los seguidores de Jesucristo, recordemos el pasaje de la Samaritana. No se puede relegar a un segundo plano a las mujeres, cuando fueron ellas las primeras testigos de la Resurrección de Nuestro Señor y las que estuvieron a su lado en el momento de la Pasión.
En el Nuevo Testamento no aparece palabra dicha por Jesús que sea discriminatoria o dañina para la mujer, sino todo lo contrario. Jesús restituye la dignidad tanto a los hombres como a las mujeres. Jesús dijo: “Quien cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Jesús defiende la reciprocidad total de las relaciones entre el hombre y la mujer, basándose en la igualdad de su condición personal y ante Dios.
Es el movimiento de Jesús, un movimiento de renovación que cuestionó las instituciones sociales y religiosas, es un movimiento integrador, donde todos eran aceptados independientemente de su condición social, estatus o sexo. En palabras de Schürmann: “Que Jesús admitiera mujeres en su seguimiento es ciertamente un comportamiento muy escandaloso en el contexto palestino, que debía dar un estimulo inicial para la situación social y religiosa de la mujer en la iglesia y fuera de ella... Con su comportamiento sin prejuicios Jesús libera fundamentalmente a la mujer para una consideración social... Las mujeres están presentes con toda naturalidad en las reuniones de los discípulos de Jesús; tienen en la vida de la comunidad tareas importantes".
Hay que tener en cuenta que el Nuevo Testamento se canoniza en un momento de patriarcalización, con fuertes polémicas y en pleno proceso de institucionalización. Por este motivo, no podemos ceñirnos únicamente al estudio de los Evangelios canónicos y es muy interesante la lectura y estudio de la literatura apócrifa.
En los Evangelios apócrifos Nuestra Señora María Magdalena ocupa un lugar fundamental; En el Evangelio de Tomás consta el antagonismo entre Pedro y María Magdalena, en el que Pedro dice:” ¡Que se aleje María de nosotros, pues las mujeres no merecen la vida!”
En otro momento Pedro dice "Señor mío, no podemos soportar a esta mujer, porque habla todo el tiempo y no nos deja hablar a nosotros". María Magdalena, a su vez, se queja y apenas se atreve a hablar, porque Pedro, odia a las mujeres, la intimida. Pero Jesús contesta: “quien recibe la revelación y la gnosis debe hablar y da lo mismo que sea hombre o mujer”.
Jesús declara a María Magdalena bienaventurada y afirma que puede hablar francamente, porque su corazón está dirigido al cielo más que el de los otros discípulos.
Esta discusión entre Pedro y la Magdalena refleja el debate existente en la primitiva iglesia sobre el papel de las mujeres en la transmisión de la revelación y la Tradición.
En el Pistis Sophia, María Magdalena tiene un lugar privilegiado entre los discípulos. Ella es quien plantea treinta y nueve de las cuarenta y seis preguntas que hacen a Jesús y también destaca en las interpretaciones que ella hace.
Es en el Evangelio de María Magdalena el que mejor refleja la polémica en la iglesia primitiva sobre el papel de la mujer: Después de haber escuchado a esta mujer, Andrés dice: "Decid lo que pensáis sobre lo que ella ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya proferido cosas semejantes" [15]. Pedro, igualmente, se interroga: "¿El Salvador ha hablado con una mujer a escondidas de nosotros? Pero ¿es que debemos ponernos a la escucha de ella, como si fuera preferida a todos nosotros?" [16]. María se echó a llorar y se dirigió a Pedro: "Hermano mío, Pedro, ¿qué piensas? ¿Crees, quizá, que me he inventado estas cosas o que digo mentiras en lo que respecta al Salvador?" [17]. Entonces Leví, tomando la palabra, responde a Pedro: "Pedro, tú siempre eres colérico. Observo que tratas a las mujeres como si fuesen enemigos. Si el Señor la ha hecho digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Ciertamente el Salvador la conoce muy bien. Por eso la ama más que a nosotros. Es mejor que nos avergoncemos, nos revistamos del hombre perfecto, nos formemos (o ¿nos separemos?) como él nos ha mandado y prediquemos el evangelio, sin imponer más mandato o ley que lo dicho por el Salvador" [18].
En los principios del Cristianismo, María Magdalena tuvo un protagonismo igual o superior al de Pedro, sin embargo en los Evangelios canónicos se da una prioridad absoluta a Pedro y se margina a Nuestra Señora; Por el contrario en los Evangelios Apócrifos se mantiene muy vivo el recuerdo y el reconocimiento hacia Ella.
Es importante recuperar el significado del antiguo cristianismo, el mensaje liberador, fraternal y ecuánime que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó.